lunes, 12 de diciembre de 2011

"El que más corre"

Esta columna fue escrita a los dos días siguientes del partido entre U. de Chile - Unión San Felipe del 10/09/2011, me consta porque la leí en ese entonces. No se publicó en su momento debido a que se traspapeló en los archivos de los correos. Una lástima porque fue premonitoria de lo que está pasando hoy.(Nicolás Acuña, @elutilero)
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"El que más corre"

por Matías Claro @matiasclarov

Se corre mucho en esta U. Para mí, que he desarrollado una preocupante tendencia al sedentarismo, me canso de ver la presión asfixiante que se esparce en la cancha como la calvicie en mi cabeza. También conmueve. Emociona ver a jugadores que, más allá de sus talentos y características individuales, de sus virtudes y limitaciones, corren y presionan y desgastan y sudan y trancan y se caen y se vuelven a levantar y empujan y corren y quieren ganar. Los hinchas de la U, probablemente más que ningún otro equipo en Chile, se conforman con eso. Lo agradecen. Podemos ser malos para la pelota, podemos no ganar siempre, pero nunca debe faltar ese pacto de sangre que convierte a la camiseta azul en especial, en única.
El partido contra San Felipe fue una demostración de esto. Todos corrían. El marcador estaba definido, quedaban 5 minutos y seguían buscando el arco, presionando, sacrificándose, apretando al rival en su propia cancha. Como si los jugadores tuvieran claro que estar en la U significa sufrir, así que mejor nunca, nunca, dar por cerrado el partido, porque no vaya a ser cosa que te lo den vuelta y de estar ganando, digamos, dos a cero, te hagan cuatro y el título lo celebren al frente tuyo.
Y tan importante como correr, se intenta jugar bien. Son varios los que destacan por el alto nivel con que cumplen sus respectivas tareas. Eduardo Vargas está pasando un tremendo momento. Lorenzetti no pudo empezar mejor. Herrera es garantía al arco. Los dos González, Marcos y Osvaldo, están cada vez mejor complementados. Aránguiz es clave en darle balance al equipo: está en todos lados, quitando y distribuyendo. Incluso en la banca hay nombres interesantes. Matías Rodríguez es un peligro cuando se suelta en el ataque, aunque le falta un poco de orden para jugar en línea de tres. Castro, que ha titularizado varios partidos, corre como conejo duracell. Qué decir de Rivarola.
Pero de todos ellos, el jugador que más disfruto ver jugar es a Marcelo Díaz.
Yo sé: no es el mejor, no es rápido, no es esto y no es eso. De hecho, no es titular indiscutido como era Seymour en el puesto, y es probable que a final de año traigan un volante de contención. No importa. Marcelo Díaz juega porque es de la U, porque en este plantel no hay nadie tan azul como él. Ni Herrera, que se declara más anticolocolino que hincha, ni Pepe Rojas, ni siquiera Rivarola. Marcelo Díaz juega porque no hay nadie en el plantel que tenga más ganas que él de correr por estos colores, que ponga más esfuerzo, que tenga claro lo que cuesta, lo difícil que es estar en esta institución.
Les pongo un ejemplo: Díaz, en inferiores, jugaba de diez. Pero cuando pasó al primer equipo tuvo que ser lateral derecho. Está bien, no es el único caso, muchos empiezan en un puesto y terminan en otro. La cuestión es que partió creando y bajó a defender. Y aunque tuvo rachas de titular, nunca fue indiscutido. Imaginemos a Díaz, cada final de temporada, pensando que, tal vez, me voy a préstamo, me entregan el pase, el profe me dice que no estoy en sus planes y me tengo que ir, y a mí me gusta jugar arriba, asistiendo a mis compañeros, tirando tiros libres, pero en vez de eso tengo que jugar pegado a la línea, correr para arriba y tirar un centro, volver rápido a marcar.
¿Me entienden?
Y nada de eso pudo sacar a Marcelo Díaz del plantel. Todos los años se quedaba. Todos los años, sí que sí, la voy a romper y me voy a afirmar. Capaz que me vaya a México, aunque dicen que la comida es muy picante, pero no importa, porque si me voy a México significa que lo hice bien acá, que sería titular, yo quiero ser titular.
¿Me entienden?
Y el año pasado eran tantas las ganas de entrar a la cancha y pegarle a la pelota que se fue a préstamo a La Serena. Jugó de diez. Y lo hizo bastante bien. Y a principios de este año estaba listo en Huachipato para seguir jugando. Aunque no sea en la U, donde él quería, al menos iba a jugar, agarrar ritmo, quién sabe, volver al año siguiente, tener puesto asegurado, jugar por la U de nuevo.
Por eso disfruto ver a Marcelo Díaz. Porque es titular a puro esfuerzo. Porque se lo merece: corre y mete con el alma, en un puesto que no es diez ni lateral derecho, y aún así lucha cada pelota, y la pide, y mete cambios de frente, y va para adelante porque quiere que la U gane. El sábado podría haber hecho un golazo. Encaró, se sacó a uno, pasó a otros dos, pared con Rivarola. Minuto noventa y tanto. Última jugada del partido. Golazo. Pero no. La tapó el arquero, el rebote no le quedó y el defensa la mandó al córner, que no se ejecutó porque el árbitro prefirió terminar el partido ahí.
No importa.
Hoy es titular. La U está jugando bien. Se empató un récord que tenía 47 años, vamos punteros, candidatos a repetir el campeonato que todavía nos hace sonreír. Nos ilusionamos con el Bi, con la Sudamericana, con la próxima Libertadores.
Tal vez a final de año traigan a un contención. Y volantes de creación ya hay. Y laterales derechos no necesitamos más.
Y Marcelo Díaz, de nuevo, otra vez, quizás qué va a pasar, ¿jugaré o no jugaré?
No importa.
Él sabe que vale la pena quedarse, porque nuestra camiseta es especial, única. Yo también lo sé. Por eso disfruto viendo jugar a Marcelo Díaz. Porque corre como un azul de verdad.